EDUARDO REESE, PROFESOR DEL INSTITUTO DEL CONURBANO DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE GENERAL SARMIENTO
“No hay políticas para regular el suelo”
Tanto Buenos Aires como La Plata fueron construidas sobre el curso de arroyos que la surcaban, señala el urbanista. Propone la regulación del suelo y también del mercado inmobiliario.
El Arquitecto Eduardo Reese fue el Coordinador del equipo profesional que, a través de un proceso participativo, elaboró el Código de Desarrollo Urbano de San Fernando aprobado por el Concejo Deliberante en 2009. Durante el año 2012 el Intendente Andreotti y sus concejales derogaron dicho Código, a solicitud de la la "banda inmobiliaria" formada por los desarrolladores y profesionales.
“Los 57 muertos en la última tormenta
muestran la falta de políticas públicas sobre la regulación del suelo”,
sostiene Eduardo Reese, profesor en el Instituto del Conurbano de la
Universidad Nacional de General Sarmiento. Por esa ausencia, toda el área
metropolitana, incluso La Plata, “tuvo un crecimiento irrespetuoso: se ocuparon
cuencas de ríos, de arroyos, no se dejaron espacios verdes para drenaje de
aguas”, y los sectores populares tuvieron que ir a vivir “en la mierda del
borde de los arroyos, como en El Gato, donde hubo esta vez varios muertos”. Al
mismo tiempo, “el mercado inmobiliario obtiene ganancias del mil por ciento,
aprovechándose de las inversiones públicas”. En Tigre, “la urbanización
Nordelta alteró el bañado de Rincón de Milberg, acarreando inundaciones. En la
ciudad de Buenos Aires, “si siguen construyendo torres en la avenida Juan B.
Justo, las obras que se hicieron ya no darán abasto”. Por eso, concluye, “son
necesarias, sí, nuevas obras de infraestructura, pero sin políticas que
intervengan en el mercado inmobiliario, todo será inútil”.
“Es cierto que la última catástrofe respondió a un evento excepcional, pero
la región metropolitana de Buenos Aires, incluida La Plata, casi desde su
fundación tuvo un crecimiento irrespetuoso de las condiciones naturales del
territorio. El área metropolitana y muchas ciudades argentinas crecieron a
merced del mercado, con muy bajo nivel de políticas públicas y regulación del
suelo, y las consecuencias las sufrimos cada vez que llueve. Esta tormenta ha
sido particularmente grave pero ya el año pasado hubo inundaciones, tornados, y
los efectos se sienten en cuanto un evento meteorológico supera los parámetros
normales, que además han cambiado a partir del cambio climático global”,
explicó Reese, quien también enseña en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo
de la Universidad de La Plata.
–¿Qué políticas públicas centrales han faltado?
–No hubo políticas públicas que impidieran la ocupación de cuencas de ríos,
de arroyos –contestó Reese–; no hubo la previsión de dejar espacios abiertos
verdes, necesarios para el drenaje del agua y la contención de las crecidas.
Eso se paga muy caro. Varios de los muertos del último evento vivían al borde
del arroyo El Gato, donde predominan barrios populares, villas, asentamientos.
En toda la historia de nuestras ciudades el mercado mandó a vivir en esos
lugares a los sectores más pobres, que también fueron los que sufrieron más
este evento, como también lo muestra el caso del barrio Mitre en la capital.
Casi la totalidad de las villas del área metropolitana, con la excepción de la
Villa 31, están en cuencas inundables. Y la idea más clara de la falta de
políticas públicas está dada por los 50 muertos en este evento.
“Todo el borde del Río de la Plata es inundable –advirtió Reese–. La ciudad
de Buenos Aires está construida encima de cinco arroyos; los han entubado, la
Ciudad les pasó por arriba, pero están ahí. Siempre se pensó que todo se
arreglaba con un par de obras, pero las obras necesarias son cada vez más
grandes, caras y difíciles. Claro que es necesario hacer obras de
infraestructura, todo presupuesto volcado en ello está bien invertido, y más si
se trata de salvar vidas: pero si, junto con las obras, no se controla el
proceso de urbanización, la situación tenderá a agravarse, aun cuando se metan
más caños, más aliviadores, más diques.”
–¿Cómo se controla el proceso de urbanización?
–Hay que hacer planificación urbana e intervenir en el mercado
inmobiliario. El año pasado, desde el Instituto del Conurbano de la Universidad
General Sarmiento y organizaciones sociales populares, discutimos el proyecto
de ley, que se aprobó, por el cual los nuevos countries tienen que destinar el
diez por ciento del terreno a oferta de suelo equipado y con infraestructura
para los sectores populares; esos sectores que, si no, tienen como única salida
ir a vivir en la mierda de los bordes de los arroyos. La planificación urbana y
la gestión territorial deben ser políticas de Estado. No hay que olvidar que
gran parte de la valorización inmobiliaria proviene de decisiones públicas. Por
ejemplo, ahora se construye la continuación del Camino del Buen Ayre; es con
dinero público, lo pagamos todos, pero ¿quién se llevará la valorización del
suelo en los bordes de esa autopista?: los desarrolladores inmobiliarios que
compraron antes esos terrenos.
–¿Cómo evitarlo?
–A los desarrolladores debe cobrárseles un plusvalor por el alza de precio
del suelo proveniente de las obras públicas. Esa valorización inmobiliaria debe
ser capturada por el Estado para hacer loteos, infraestructura y préstamos para
viviendas populares. Pensemos que un terreno se compra a dos o tres dólares el
metro cuadrado pero, cuando le aprueban la ordenanza para construir, su valor
pasa a 20 o 30 dólares el metro cuadrado: una ganancia del mil por ciento. Esas
son las tasas que se manejan en el mercado inmobiliario, a partir de
inversiones del Estado que van a parar a manos de especuladores, mientras
cientos de miles de familias no tienen dónde ir a vivir.
“Otras medidas complementarias –agregó Reese– son las de protección de los
bordes de los arroyos y apertura de espacios verdes. Si en estos días el agua
no terminaba de bajar, fue porque los suelos no la pueden absorber, porque no
hay espacios abiertos. Y hay que prohibir la alteración de la topografía y de las
cuencas inundables. Nordelta, por ejemplo, ocupó una cuenca inundable, cambió
totalmente lo que era el bañado de Rincón de Milberg, alteró la topografía
natural del lugar, y ahora se quejan porque se inunda.”
Otro ejemplo claro, para Reese, está en la ciudad de Buenos Aires: “Siguen
construyendo torres sobre la avenida Juan B. Justo, lo cual implica mayor
impermeabilización, mayor concentración de población, más basura y más riesgo
de daño ante eventos climáticos. Esas torres están en el curso del arroyo
Maldonado. Por eso es necesario incluir medidas de regulación del suelo,
medidas urbanísticas. Las obras del Maldonado funcionaron esta vez, pero si
siguen metiendo torres hasta que no funcionen más, de nuevo van a decir: faltan
más obras. Y esto se propicia porque el Código de Planeamiento Urbano de la
Ciudad designa como zonas inundables sólo a La Boca y el Bajo Belgrano. Atrasa
cien años: hoy se inundan muchos más lugares, pero el código no fue cambiado”.
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