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sábado, 28 de julio de 2012

ALMA POLÍTICA: GESTIÓN


¡Es la gestión, estúpido!
Por : Hernan Brienza

Tiempo Argentino, Domingo 22 de Julio 2012



El kirchnerismo ha transformado la política nacional en la última década, claro. Pero también ha  agregado un nuevo valor a las políticas públicas de los sectores pensados y ocupados en la distribución de la riqueza. Ese elemento nuevo es la responsabilidad macroeconómica fiscal, una cuestión que siempre había sido relegada por los gobiernos preocupados por la distribución de la riqueza. Tanto el peronismo como el radicalismo han pensado, en mayor o menor medida, en que la inversión social, lo que la derecha considera gasto, justificaba el desbalanceo de las cuentas públicas. Esa característica en la forma de pensar la economía dejaba abierto un boquete por el cual hacían sus críticas los economistas ortodoxos y monetaristas. 


Néstor Kirchner, en el 2003 –recientemente la presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo recordó como enseñanza–  aportó al pensamiento y a la acción del movimiento nacional y popular una visión estrictamente económica: la responsabilidad fiscal. El primer deber de un dirigente político de un proyecto productivista y redistribucionista es cuidar las cuentas del Estado. Sólo a partir de las cuentas claras y de la buena administración de la “cosa pública” es que se pueden llevar adelante transformaciones sociales con el Estado como protagonista.

La política es eso. Optar entre dirigir el gasto público a la publicidad y a la seguridad –como hizo Macri y en cierta medida también Scioli– o dirigirla a procesos productivos y de redistribución de la riqueza. Es aquí donde mueren los discursos ideológicos. Compartir el proyecto nacional y popular significa reasignar los recursos en una dirección determinada: en la construcción de la felicidad del pueblo, como diría Juan Domingo Perón.
Desde hace unas semanas que estoy rondando acerca de esa definición peronista de la “felicidad del pueblo”, porque es de una profundidad existencial en la que muy pocas veces se repara. Porque no se trata de una cuestión estrictamente materialista de la existencia. No es con dos o tres puntos más en la distribución del ingreso que se consigue la “felicidad”. Se trata de un concepto que incluye la variable económica pero que la amplía hacia la realización cultural y social de los ciudadanos de un Estado. No se es feliz sin el matrimonio igualitario, sin la libertad de comunicación, sin la dignidad de las mujeres, sin la recuperación del trabajo como columna vertebral de la vida. La felicidad tiene que ver con la realización personal, grupal, social y nacional. Es un concepto material y espiritual que se articula en forma colectiva, como lo sugiere el texto “La Comunidad Organizada”. Y que se constituye en la visibilidad de los sujetos como entidades políticas, es decir, como entidades dentro del espacio público, como actores, como diría Hanna Arendt.

Gestionar significa reasignación de recursos, claro. Pero también extracción de los recursos. Para equilibrar las cuentas es necesario gastar menos o recaudar más. Macri lo hace democratizando las penas a través de los impuestos universales, por ejemplo, el gobierno nacional tiende a acentuar la presión fiscal en los sectores de mayores recursos. La provincia de Buenos Aires debe optar entre ambos modelos. Será en función de la realidad efectiva, es decir, de las decisiones que tome de aquí en más, que se podrá definir su pertenencia al proyecto nacional y popular. Dicho esto más allá de las intenciones y las cualidades de cada uno de los gobernantes.
La gestión es, entonces, la aplicación empírica de los deseos abstractos y de las enunciaciones teóricas e ideológicas. Es en la gestión cotidiana donde se juega la posibilidad de que la política haga feliz o no a un pueblo.

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