Se me ocurrió escribir algo a raíz de los dos años de la "partida" de Néstor. Claro que viendo tantos artículos, notas y opiniones, muchos tan serios y medulares, no quisiera decir "más de lo mismo". No es importante lo que yo piense, al fin y al cabo, y menos en los terrenos de los logros (enormes, según creo) del "modelo" K (o del "relato", si se quiere).
El clima "raro" que se vive, creo que tiene muchas razones y causas, entre las que no dudaría en señalar como principal (¿"madre de todas las batallas"?) el 7D como se lo ha llamado con imagen no exenta de belicismo. En una misma coherencia (¿y misma usina?) el inminente 8N (y su previsible importante concurrencia), y la insoportable cantidad de cadenas que llegan por redes sociales, mails y demás medios, llenas de verdades, medias verdades, mentiras, manipulaciones y calumnias, de estupideces y barbaridades. Cuando escucho decir, por ejemplo, "hacen cosas que fueron ideas de otro" (cosa que ya decían de Perón y Palacios) como si hubiera "derechos de autor" en la política, como si las ideas no fueran todas en parte también "de otros"; o cuando se dice "y dónde estaban antes", como si lo importante no fuera "a dónde vamos ahora", o cuando se recurre al insulto y la ofensa (a Cynthia García y Gabriela Cerruti, por ejemplo y vaya mi solidaridad), o cuando se recurre a chiquitajes (como si las carteras o los mocasines fueran motivo serio de análisis político)… Si hasta ahora se escucha hablar a Cobos (no es broma, Cobos habló bien de Néstor y mal de Cristina explicando que él es casi kirchnerista, pero Cristina no… porque Cristina no sabe nada deNéstor al lado de todo lo que sabe él…). Algo debe significar simbólicamente Néstor para que hasta Cobos insinúe que Cristina traicionó a Néstor (Cobos hablando de traición es como si Astiz hablara de Derechos Humanos o Grassi de que son "felices los niños").
Pero dejo esto para entrar en otro terreno que me resulta interesante y quizás poco mirado. Y me permito comenzar con una anécdota personal. El extraordinario teólogo protestante argentino, José Míguez Bonino (don José, y vaya otro homenaje) daba clases de "teología católica" en la facultad protestante de teología (ISEDET). Entonces, a partir de un libro mío, le sugirió a un alumno que me entrevistara a raíz de lo que yo había escrito sobre "la Virgen" donde hablaba de la religiosidad popular. Charlando con el muchacho, en un momento me dijo: "A nosotros, los protestantes, nos hace falta 'la Virgen'…" Obviamente no se refería a "la Virgen de los Evangelios", que la tienen, ni al lugar "católico de la Virgen", porque no hablaba de "dejar de ser protestante". Hablaba del lugar simbólico y convocante, de identidad, que tiene en el mundo católico y la religiosidad popular, "la Virgen". Pues bien, es a eso, al "lugar simbólico", "convocante", "identitario" que quisiera referirme. Precisamente creo que la incapacidad de "los ilustrados" de acá o de muchos extranjeros para "entender" el peronismo, tiene su raíz en lo simbólico. No en la "filosofía", no en la "economía" o los "fundamentos teóricos", sino en lo "simbólico". Y es desde acá que quisiera pensar algo de Néstor.
• Para empezar recuerdo que cuando gobernaba (¿?) el in-presidente De la Rúa, era tanta la sensación de que no hacía nada, que hasta se llegó a decir que se iban a poner cámaras en su despacho para que la sociedad viera que "el presidente trabaja". ¡Ja! Nadie jamás dudaría ni necesitaría cámaras para afirmar eso de Néstor (ni de Cristina). Simbólicamente se vio a alguien que no dejó un momento de trabajar a favor de sus ideales, de sus convicciones. A eso, muchos adversarios lo llamaban "ambición de poder", por ejemplo. Hasta hubo quienes afirmaron que estando mal de salud, siguió y siguió movido por esa ambición. Otros lo hemos llamado "militancia". Hemos sabido desde nuestra adolescencia (desde los 16, para ser precisos) que la militancia supone no descanso, compromiso, entusiasmo. Sandra Russo lo resumió diciendo: "Néstor fue el presidente de la democracia que más veces habló de amor." Creo que sólo fue comparable a la enorme cantidad de veces que habló de "amor" otra peronista: Evita. Convengamos que amor, por un lado no parece palabra política, pero por otro lado es "la" palabra más integradora, más existencial, más comprometida, y hasta "fanática". El amor compromete, "hasta que la muerte nos separe", y a veces –en los otros, o en los que aman mal– provoca celos, envidias, y tantas cosas que sabemos que enferman. No me parece muy ajena a celos enfermizos ante ese amor, algunos comentarios, artículos, notas o shows de domingo por la noche, o algunos políticos (o políticas del 2 por ciento).
•Precisamente esa pasión política, ese "amor político" hace muchas veces mirar las cosas en negro o blanco. A veces con exageración, a veces con desmesura (¿no es acaso desmesurado el amor, cuando es total?). Es cierto que a veces es exagerado, pero no es menos cierto que a veces "hay" blancos y negros. Y que hay políticos "grises". Hay ámbitos y momentos en los que el diálogo, la tolerancia, el encuentro son imprescindibles y necesarios, pero también hay momentos en los cuales no puede cederse, y no puede "negociarse": no se negocia con torturadores, con fondos buitre, con genocidas, con desfalcadores… Se dialoga con el que piensa distinto, pero cuando hay víctimas, dialogar con los victimarios es victimizar más todavía "al débil" (que no es Clarín). Las víctimas de la dictadura, las víctimas del genocidio neoliberal, las víctimas del sometimiento de "relaciones carnales" no merecen que sentemos a la mesa a los victimarios (o que juguemos tenis con ellos). Se ha acusado a Néstor de "crispar", pero en realidad creo que se crispan aquellos habituados a sentarse en la mesa de los poderosos y que "de golpe" encuentran que con los que se dialoga es con América Latina, con los sindicatos, con los organismos de Derechos Humanos, con los desocupados, y que se crean la Unasur, leyes de Medios, retenciones a la soja, y tantas otras cosas que "crispan" simplemente porque supone igualdad ante la ley.
•Finalmente, en tiempos de no-política, la antipolítica de la Ferrari o la pizza con champagne, de la burla a la política sin propuestas (la "no-política", como Lanata o CQC), del "que se vayan todos" o del "no se puede", aparecen voces que dicen que "sí, se puede". Hay cosas que sí se pueden. Muchas cosas que sí se pueden. Claro que hace falta trabajo, osadía, valentía, decisión… Que a veces se equivocan (porque la mejor forma de no equivocarse es no hacer nada), pero que intentan. Los que son capaces de tomar un país en llamas, quebrado económica y anímicamente (y pensar que Macri no quiere agarrar ni el subte ¿qué hubiera hecho en el 2003?), y mostrar descontracturadamente, decididamente, valientemente que "sí, se puede" (entre paréntesis, canto que la hinchada del Once Caldas, en la final con Boca cantaba ese día que –muchos creemos– Macri entregó el partido para sacarse a Bianchi de encima y que no pareciera –como parece– que sin Bianchi no hubiera pasado nada, en Boca); y no hablo del "tú puedes" de los respiradores seriales que me parece patético. Sí, se puede, si hay personas decididas, militantes, comprometidas, con amor a su pueblo.
A nivel simbólico podría decirse mucho más, aunque valga como ejemplo el famoso tema de "los cuadros" que como bien decían afiches el pasado 24 de marzo "bajando un cuadro formaste miles". Miles de cuadros juveniles recuperan el ardor de la militancia para que los "se puede" sean miles de gritos. Es de esperar que esos gritos sean a su vez multiplicadores para acallar las voces de la no política, de la falacia infantil del "choripán" y más y más descubran que nada es más simbólico que el amor, y que el amor, en política, también tiene mucho por decir. Hasta dar la vida.
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